Historias
Rohingya
Entrevista a
Mohammed Shafi
Un poeta
Rohingya
José
Ernesto-¿Qué edad tienes?
Mohammed
Shafi-Tengo 31 años.
JE:
Cuéntame un poco sobre ti, ¿hace cuánto tiempo llegaste a Bangladesh?
MS-Soy
Mohammed Shafi, de Arakan Birmania que ahora es Myanmar. Soy casado y padre de
dos hijos. Llegué a Bangladesh hace 27 años y me hospedé en el campamento de
refugiados Rohingya de Kutupalang.
JE-¿Cómo
es la vida de un Rohingya en Myanmar?
MS-La
vida de Rohingya en Myanmar es como el infierno; no hay acceso a la educación,
no hay libre movimiento, los arrestos son arbitrarios y hay encarcelamiento con
casos fabricados, no se puede realizar una oración abiertamente, hay restricciones
en el trabajo y los negocios.
JE:
¿Recuerdas algo sobre cómo fue ese proceso en Myanmar? Eras un niño, pero
¿tienes algún recuerdo de ese viaje?
MS-Mi
padre era un hombre de negocios que solía traer mercancía como frutas y
verduras de personas tribales que viven en los bosques para venderlas en el
mercado de nuestra aldea. Una vez, venía solo, sin nada. En el camino de
regreso a casa encontró un árbol caído que quiso cortar para hacer leña. Cuando
estaba cortando la madera con un hacha, por accidente el hacha cayó sobre un
dedo de su pie derecho y lo cortó. Él consiguió curarse y vendar el corte y
regresó a casa. A medianoche los militares llegaron a casa y llamaban desde
afuera para que les abrieran la puerta. Mi padre respondió que no podía moverse debido a la lesión en su pie. Los militares
dijeron que si él no abría la puerta le dispararían desde afuera. Para salvar
la vida de todos, mi padre se levantó, caminó hacia la puerta y la abrió. Mi
padre le comenzó a sangrar la herida, se las mostró al ejército, pero aun así
lo ataron con una cuerda a su espalda y lo sacaron.
JE-¿Y
cómo fue que pudieron salir de Myanmar después de ese evento?
MS-Hubo
250 musulmanes Rohingyas que los militares arrestaron, incluidos tres
estudiantes y mi padre, quien resultó herido y todavía sangraba. El presidente
de nuestra aldea pidió fervientemente al ejército que pusiera en libertad a los
estudiantes y a mi padre, pero no lo hicieron y se los llevaron a todos.
Hicieron que mi padre y otros caminaran por tres millas a través de las
montañas y los llevaron al bosque a un campamento militar. Hicieron que
trabajaran de manera horrible. Un militar le dio un cuchillo a mi padre y le
ordenó que cortara bambúes. Cuando dijo que estaba demasiado débil para
moverse, el soldado comenzó a regañarlo. Vino otro oficial y supo el asunto,
luego dejó que mi padre se fuera. También le dio un palo a mi padre para que lo
usara como soporte ya que cojeaba por culpa de la herida en su pie. Caminó una
milla y encontró ayuda de algunas personas que caminaban por allí cargando leña
del bosque y llevaron a mi padre a casa. Inmediatamente recibió tratamiento y
se decidió por abandonar el país. Antes que ocurriera el incidente, las
propiedades de la tierra de mi padre fueron confiscadas. Recuerdo que caminamos
tres días y sus noches por el bosque y llegamos a la costa para cruzar hacia
Bangladesh en canoa. Pasamos la noche cerca del río y a la mañana siguiente
estábamos en una canoa. Había cuatro canoas más con nosotros. Cuando llegamos a
la mitad del río, los guardias fronterizos de Myanmar nos atacaron y vinieron
en un barco grande, saquearon todo lo de valor que teníamos y se lo llevaron a
sus barqueros. Uno de los guardias fronterizos golpeó con fuerza el rostro de
mi padre porque no le daba el dinero que tenía. Luego liberamos las canoas y
nos quedamos flotando. Por suerte llegamos a la costa de Bangladesh después de
estar mucho tiempo a la deriva y recibimos ayuda de los habitantes.
JE: ¿Cómo has sobrevivido en los campos de refugiados en
Bangladesh y cómo lo adaptaste a la poesía?
MS-Yo había sido maestro de niños refugiados durante siete años.
Comencé a componer poemas en 2009 cuando era profesor de inglés, pero no
escribí durante muchos años porque tuve que trabajar mucho para soportar el
costo del tratamiento de mi madre. He vuelto a la poesía desde 2018.
JE-Hablemos de poesía, ¿cuándo se conocieron la poesía y tú?
MS-Yo he pasado la vida en los campos de refugiados durante más
de una década. Comencé a trabajar como guía de turistas en el 2010 e intérprete
de periodistas extranjeros, ONG y trabajadores humanitarios. Mientras trabajaba,
vi y me reuní con muchas personas traumatizadas que también son Rohingyas y que
tuvieron que abandonar la patria para escapar de la persecución. Cuando hablé
con muchos sobrevivientes de violaciones y ataques y cuando entrevisté a muchas
personas traumatizadas, sentí que podía escribir poemas de mis experiencias.
JE-¿Cómo influye tu entorno en tus poemas?
MS-Mi entorno influye en todos mis poemas. Creo que la poesía ha
servido para descargar mi realidad.
JE: ¿Hasta dónde quieres ir con tu poesía?
MS-Me gustaría seguir escribiendo para poder escribir un libro
de poesía y dejar que el mundo lea mi historia, mis desafíos y experiencias de
forma poética.
JE-¿Crees que la poesía ha sido una forma de desahogar tu
realidad?
MS-Creo que la poesía ha sido una forma de ventilar mi realidad
y la de muchos otros ciudadanos Rohingyas que vivimos en los campos de
refugiados en Bangladesh y la de los que aún viven en Myanmar.
JE-¿Por qué elegiste la poesía?
MS-Elegí la poesía porque pienso que a través de ella le dejo
saber al mundo los sufrimientos que sobrevivimos y la fortaleza de nuestra
gente.
JE-Y finalmente, ¿cuál es tu mayor deseo?
MS-Me gustaría estar en un lugar al que pueda llamar hogar y ser
libre allí como otros ciudadanos que viven en países democráticos con seguridad
y dignidad. Me gustaría probar la libertad de ser el ciudadano de cualquier
país del mundo, algo que no he podido hacer en toda mi vida.
Poemas por Mohammed Shafi
(Colaboración en la traducción de Kristina Plaza)
Intérprete
Te
recibo con sincera bienvenida.
Te
acomodo con esmero
Soy
el guía de lo nuevo a lo desconocido.
Confío
plenamente para ser confiable.
Canto
para ser alegre cuando estoy cansado.
Paso
de las oficinas a barrios marginales
conversando
con diferentes personas
oyentes
de la felicidad y el horror
Repito
para ser entendido con precisión
Soy
un colector de la exactitud para no ser un error.
Activo
el tiempo programado.
Transporto
barras pesadas y equipaje.
No
importa el calor, frío y la lluvia.
A
menudo me enfrento a dificultades
de
las que salgo amable y resistente
sonriendo
y cuidando el amor.
Sin
vacilaciones ni odio
diligente
y encantador
salgo
con satisfacción
eres
siempre Bienvenido para la próxima.
Mi
vida de refugiado
Veintiocho
años
En
los campamentos de aquí a allá.
Vino
niño y se convirtió en padre
Sin
expectativas pero frágil.
Los
bienvenidos perdieron más
Son
mis hermanos nombrados de manera diferente
Bajo
el abuso y la ofensa
esa
es la vida del refugiado.
La
comida es limitada mas no es la mejor.
La
educación en el nivel primario
es
formal pero no forma
hay
que ser profesional desde nivel cero.
Los
techos de la azotea del refugio
construidos
con bambúes
Son
testigos del rayo y el calor
Gotas,
monzones, lluvia
Aunque
la esperanza ha de volver
todavía
quedan en mi muchas persecuciones
no
escapan
Muchos
siguen perseguidos
durante
tantos años hasta hoy.
Vivo
agotado con diferentes dificultades.
Sentir,
volver a estar en paz
con
esta tirana tortura continuada
y
junto al miedo mis lágrimas mudas.
NUNCA
MÁS
Nos
han quitado la ciudadanía
Pero…
Nunca
más expulsión de la minoría de nuestra patria.
Nunca
más la persecución incondicional.
Nunca
más incendios de casas y mezquitas.
Nunca
más bebés arrojados a las llamas y a la muerte.
Nunca
más tierras confiscadas.
Nunca
más destrucción de nuestras propiedades.
Nunca
más trabajos forzados
Nunca
más encarcelamiento de inocentes.
Nunca
más violación y acoso a las mujeres.
Nunca
más tortura a nuestros cuerpos y nuestras mentes.
Nunca
más restricción de la libertad.
Nunca
más bloqueo de alumnos camino al colegio
Nunca
más golpes a los indígenas.
Nunca
más la vida del refugiado bajo miseria.
Nunca
más
por
favor
nunca
más
MÍRAME
No
odio a ninguno
no
importa cuánto
daño
me han hecho
me
gusta vivir con amor.
Vivo
humildemente
no
importa cómo
ni
cuán rico me convierta.
Perdí
mucho y a muchos.
Pienso
positivamente
no
importa cómo
ni
cuán dura la vida sea.
Espero
la felicidad.
Doy
mucho
incluso
si me han dado poco
dar
tiene innumerable felicidad.
Lo
he prendido y conocido.
Trato
de mantenerme en contacto
con
los que se han olvidado de mí
y
perdono a quien me haya hecho mal.
No
paro de orar
por
lo mejor para los que amo
y
para todas las creaciones del Todopoderoso.
Mohammed Shafi junto a refugiados Rohingyas en Bangladesh.
(Fotos por suministrada por Mohammed Shafi)
Kutupalang campo de refugiados Rohingya
(Foto suministrada)
Mohammed Shafi, techos de hogares de refugiados.
(Foto suministrada)
Kutapalang
(Foto suministrada)
Kutapalang, campo de refugiados Rohingyas
(Foto suministrada)
Mohammed Shafi junto a sus hijos.
(Foto suministrada)
Mohammed Shafi